sábado, 22 de agosto de 2015

Acerca de la concepción actual del mecanismo de defensa psicológico de la represión


Desde que empecé a formarme como psicoanalista leo con juicio y admiración la Standard Edition de las obras completas de Sigmund Freud, no porque sea el universo entero del psicoanálisis, lo digo porque con el tiempo nuestra disciplina ha progresado desde el punto de vista técnico y conceptual. Incontables investigadores la han desarrollado, aun cuando para el público no sea tan notorio, y para muchos, el análisis se reduce a las publicaciones freudianas. Lo que me maravilla de su obra es que a pesar de sus limitaciones humanas, puesto que él, como cualquier otra persona, era producto de su contexto y estaba sujeto a su punto de vista, fue el primer psicoanalista y el descubridor de la teoría del inconsciente y de la técnica para trabajarlo. La raíz del psicoanálisis está en Freud, no cabe duda, y luego nuestra disciplina floreció. Pero lo que más me asombra de todo esto es la finura de sus observaciones y su habilidad para organizar sistemáticamente esos datos transformándolos en información, en un cuerpo teórico, en una técnica, una disciplina intelectual, científica, incluso artística, una concepción del ser humano y en movimiento creciente que agrupa psicoanalistas dispersos por todo el mundo. Es muy interesante leer cómo Freud construyó poco a poco, paso a paso, su concepción psicoanalítica de la mente, concepción que aún hoy no se ha acabado de construir.
Creo que la mayoría de los psicoanalistas estarían de acuerdo conmigo en que “Lo inconsciente” de 1915 es uno de los textos fundamentales de Freud. No descubrió el inconsciente, pero sí su lógica, conceptos freudianos que permanecen inalterados cien años más tarde (Matte-Blanco, 1988; Bott Spillius, et al, 2011; Barrat, 2013; Blass, 2015). Nadie ha superado ni enmendado su concepción del inconsciente, sigue siendo la piedra angular del psicoanálisis del siglo XXI. Por eso quise unirme a esta celebración del centenario de esta publicación invaluable. Sigue siendo cierta la idea de Freud de 1925: lo inconsciente, lo reprimido y la resistencia son los componentes principales del psicoanálisis (Laverde, et al, 2012; Barratt, 2013). Y en estas reflexiones seguiré el destino, un siglo más tarde, del capítulo IV de “Lo Inconsciente” titulado, “La Tópica y la Dinámica de la Represión” (Freud, 1915, pgs 180-185), desde el punto de vista metapsicológico, de la técnica, la teoría y del neuropsicoanálisis. Y este blog que tiene ante sus ojos es el mapa conceptual de mi intervención en este evento.



Es imposible ver la realidad sin fantasía, el inconsciente siempre está activo (Freud, 1915). Es inexacta la noción de que la censura lo mantiene a raya, impidiéndole aflorar al preconsciente y al consciente. El inconsciente está en continuo desarrollo, coopera con el preconsciente y el consciente. Se trata de una relación fluida, pues sus derivados influyen en el preconsciente consciente, mientras que las vicisitudes del mundo exterior afectan el inconsciente, hasta el punto que es imposible delimitar con nitidez la frontera entre ellos, las complejidades de sus relaciones son las complejidades de la vida. La antinomia fundamental del ser humano es la coexistencia de la realidad interna y la externa, siempre, en toda operación mental, desde la solución del problema matemático más abstracto hasta el sueño más apasionado (Matte-Blanco, 1988). En el inconsciente coexisten sin contradicción pulsiones con tendencias opuestas, que en parte están vinculadas a la consciencia, así que a la vez que son inconscientes, son incapaces de ser conscientes, es decir, cualitativamente, descriptivamente, pertenecen al inconsciente, su origen define el destino. Esta es la naturaleza de las fantasías normales, así como de las neuróticas, y también de las etapas preliminares de la formación de sueños y síntomas. A pesar de su alto nivel de organización no pueden hacerse conscientes. Se acercan a la consciencia, inalterados, pero no llegan plenamente. Temas que también aparecen en la nota de pie de página de la sección número 5 anexada en 1920 a “Tres Ensayos de la Teoría Sexual” de 1905.
Las formaciones sustitutivas también son organizaciones de los derivados inconscientes, y desde el punto de vista de la consciencia, todo proviene del preconsciente. Pero el preconsciente en realidad se origina en el inconsciente, tiene el carácter de sus derivados y está sujeto a censura antes de llegar a la consciencia, aun cuando también hay partes del preconsciente que son susceptibles de ser conscientes, sin censura. Si bien el objeto de la censura es decisivo antes de hacerse preconsciente y consciente, las cosas pasan del preconsciente al consciente en virtud de la atención, reflexión que también aparece en “La Interpretación de los Sueños” de 1900. En todo caso, es una disposición particular que en el “Proyecto” de 1895 y en “Los Dos Principios del Suceder Psíquico” de 1911 Freud la vincula al principio de realidad (Freud, 1915).
En esas páginas asombrosas figura, entre otros conceptos trascendentales, y muy vigentes, la noción del mecanismo de defensa psicológico de la represión. Proceso que afecta la idea en el límite entre el preconsciente y el inconsciente, al retirarle gran parte de la energía libidinal que la enviste, y que, aun cuando reprimida, sigue activa en el inconsciente, es decir, mantiene algo de sus conexiones pulsionales (Freud, 1915, p.180). El mecanismo aísla la idea y protege la consciencia. Pero estas precauciones no son fiables, pues solo defienden del mundo exterior, nunca del interior, y alcanza la idea sustitutiva que surge de adentro hacia afuera, desde la dirección del enlace con la idea reprimida. Se trata de la represión propiamente dicha, una fuerza que viene del interior, y que también llamó represión secundaria, en todo caso, un mecanismo que afecta la idea preconsciente consciente.
El paso del inconsciente al preconsciente es un cambio en el estado, no en el contenido, es un problema más dinámico que topográfico. Pero, ¿por qué hay una represión primaria?, si se trata de una idea que no tiene relación con el preconsciente. Hay un proceso que mantiene la represión, aún después de ejercerla, que protege al preconsciente de la presión inconsciente. Un proceso que consume energía perpetuamente y que da lugar a una represión primaria cuya presencia es perenne.
Así que con este texto freudiano surge una nueva forma de ver los fenómenos psíquicos, además de las perspectivas dinámica y topográfica, aparece la económica, es decir, las vicisitudes del monto de excitación, su magnitud relativa. Y plantea que la investigación psicoanalítica lleva a que cuando un evento se expresa en términos dinámicos, topográficos y económicos, se habla de una metapsicología. Término que Freud ya había utilizado el 13 de febrero de 1896 en su correspondencia a Fliess, así como en “La Psicopatología de la Vida Cotidiana” de 1901.
Entonces intenta una descripción metapsicológica de las tres neurosis conocidas por él en ese momento. Y tenga en cuenta que Freud propone que la represión se dirige hacia las ideas libidinales, encara las pulsiones sexuales. En la ansiedad histérica hay una angustia sin nombre. En el inconsciente hay un impulso erótico que iba a aflorar al preconsciente, es un conflicto, y las fuerzas inconscientes libidinales de la idea reprimida finalmente se descargan como angustia. Una vez instaurado el mecanismo, la líbido se fuga ligándose a ideas sustitutas que tienen asociación con la reprimida, y evaden la represión precisamente porque se trata de una idea remota. La idea sustituta, por ser desplazamiento, permite racionalizar la angustia inevitable cuando la idea reprimida emerge del inconsciente como si en realidad fuera el punto de partida de ella (Freud, 1915).
En el caso de las fobias, en cambio, la angustia se manifiesta cuando se intensifica el impulso amoroso y cuando se percibe el objeto fóbico. La idea sustituta se manifiesta como evitar, renunciar, prohibir. Funciona como mecanismo para disipar angustia. Alivia dándole salida mediante una formación sustitutiva, pero la represión no es completa, funciona como una señal inhibitoria a través de la fuga por parte del preconsciente. Y téngase en cuenta que la idea de una pequeña liberación de displacer que funciona como señal que anuncia para no llegar a una liberación plena, figura en el pensamiento freudiano desde “El Proyecto” y “La Interpretación de los Sueños”, pero luego la desarrolla todavía más en “Inhibición Síntomas y Angustia”. En todo caso, la formación de sustitutos mediante desplazamientos puede continuar indefinidamente. El mecanismo defensivo proyecta al exterior el peligro instintivo. Se comporta como si la angustia no proviene del mundo instintivo sino del mundo exterior (p. 184), de las percepciones, entonces reacciona fugándose del elemento fóbico. El proceso es exitoso en que la liberación de la angustia puede controlarse, pero sacrifica la libertad, los intentos de refugiarse de las exigencias de los instintos siempre son estériles, insatisfactorios.
Por último, en la histeria conversiva la idea reprimida se traduce en síntoma, noción que ya había tocado en “Estudios sobre Histeria” de 1895. En la conversión, preconsciente y consciente participan en la formación del síntoma. Los representantes instintivos se manifiestan, y se satisface la condición de expresar el impulso junto con el efecto defensivo. Y en la neurosis obsesiva, predomina el consciente. La falta de descarga sugiere que la represión es menos efectiva que en la histeria de ansiedad.
En cuanto al destino metapsicológico del mecanismo de la represión durante estos cien años, ha sucedido mucho, incluso antes de la muerte de Freud en 1939. En “Lo Inconsciente” queda planteado que la represión está en la base de todas las medidas de defensivas, como en el caso de la formación sustitutiva, el desplazamiento, la racionalización, la proyección, la conversión, la somatización, las obsesiones y las compulsiones. La represión es la raíz de estos mecanismos. La finalidad de todos los mecanismos de defensa es reprimir impulsos agresivos y eróticos. Es más, para Freud, ‘represión’ y ‘mecanismo de defensa’ son lo mismo en ese momento, y luego en “Inhibición, Síntomas y Angustia” los separa.
Además en los trabajos de Freud, Ferenczi y Abraham aparece la proyección basada en lo anal, mientras que la introyección en lo oral. También sigue elaborando la conversión en la histeria, así como la proyección y el desplazamiento en la paranoia, junto con la negación y la escisión, mecanismo que Freud descubrió entre 1937 y 1938. En él, el yo niega la realidad, como en el caso del fetichismo, y se escinde en dos versiones del mundo. Esta es la raíz del pensamiento kleiniano (Bott Spillius, et al, 2011; Barratt, 2013). Pero también Freud plantea que los mecanismos de defensa se dirigen tanto a los impulsos eróticos como a los agresivos, a la vez que resalta que son el punto de partida del desarrollo mental. Son paradójicos, pues son centrales en el suceder psíquico, lo favorecen y lo frenan: inicialmente protegen al yo, pero si se quedan inveterados, rígidos, lo interfieren, y aun así son fundamentales para el funcionamiento mental (Bott Spillius, et al, 2011). Se trata de una transacción a donde se logra el mejor equilibrio posible para esa persona, por precario que sea.
Y en 1936 Anna Freud siguió estudiando el tema, hizo la taxonomía de los mecanismos de defensa. Además otros investigadores también aportaron, en especial Fenichel y Klein, a quien le interesaron los mecanismos de defensa infantiles en relación con la mente, el cuerpo y los objetos (Bott Spillius, et al, 2011).
Para Klein, siguiendo a Freud, resistencia es la fuerza que se opone a hacer consciente lo inconsciente, una manifestación de ansiedad, una trasferencia negativa. La negación, en cambio, es una defensa temprana, primitiva y agresiva, que Freud describió en “Sobre Masoquismo” de 1927 como una escotomización de la realidad. Un mecanismo defensivo que arrasa con la percepción, y a diferencia de la represión, aniquila la parte indeseable del objeto y del yo que se vincula a él. La negación es omnipotente, y difiere de la represión en que elimina de la consciencia o la memoria la experiencia, sea un evento interno o externo, mientras que en la represión el sujeto y el objeto permanecen intactos. La diferencia no es del todo clara, pero los kleinianos suelen preferir las palabras ‘escisión’ y ‘negación’, mientras que los freudianos clásicos, ‘represión’. De todos modos, la negación es central en la defensa maníaca, al negar las limitaciones de yo y la importancia del objeto (Bott Spillius, et al, 2011).
Klein también siguió la línea freudiana de que la represión inicialmente se dirige en contra de lo agresivo, y posteriormente, con el advenimiento del complejo de Edipo, incluye los impulsos libidinales. Entonces surgió la diferencia entre los mecanismos de defensa primitivos, tempranos, orientados hacia angustias vinculadas a la pulsión de muerte, y la represión ligada a conflictos y ansiedades libidinales. Así que el énfasis de Klein no está en la represión, la escisión ni la negación, mientras que en el psicoanálisis clásico, sí, la represión afectar el contenido afectivo y cognitivo. De hecho, el nivel de violencia de las defensas es diferente: los mecanismos primitivos son más agresivos que los neuróticos. Los primitivos distorsionan y empobrecen el yo, son fantasías omnipotentes. Además la escisión subyace a la represión, y sus formas más tempranas conducen a la desintegración, mientras que la represión no suele desintegrar. La represión es menos destructiva, está vinculada a la percepción de la realidad interna y externa, y la integridad del yo se conserva.
Claro que, por el otro lado, las defensas primitivas afectan la calidad de la represión, pues la escisión influye en la forma en que se implementará la represión, llegado el momento. Determina la interacción consciente inconsciente, en otras palabras, el grado de porosidad de las partes de la mente y sus relaciones unas con otras, elementos que definen la rigidez, la violencia o la fragilidad de los mecanismos esquizoparanoides tempranos, al igual que el nivel de integración consciente inconsciente, y por supuesto, en la represión, la escisión afecta el límite consciente inconsciente, y ninguna de las dos partes del yo se desintegra tan severamente. La escisión de los primeros meses de vida afecta la represión que vendrá, ya lo dijimos. Si los mecanismos esquizoparanoides tempranos y sus ansiedades no se han elaborado suficientemente, el resultado es que en lugar de una frontera fluida entre consciente inconsciente se formará una rígida. Así que cuando la severidad de la escisión disminuye, es más cercana a la realidad exterior, en la medida en que se alcanza la posición depresiva con mayor aceptación de la realidad interna y externa, y mejor adaptación al mundo (Klein, 1935).
Así que la relación entre escisión y represión puede verse como una división vertical y una horizontal. La defensa más severa, la escisión, parte la mente en dos, con relaciones objetales del yo diferentes en cada parte, que coexisten separadas, horizontalmente. En cambio la represión controla parte de la mente que está más integrada, y la vuelva inconsciente sin destruir su unidad, es una división vertical que impide que el contenido inconsciente suba al preconsciente y luego al consciente. La represión emerge gradualmente afectando la realidad y la naturaleza de los objetos externos.
Luego vino Bion en 1962 con su idea de los elementos alfa y beta. Se trata de un modelo teórico alternativo para estudiar la diferencia entre la represión y los mecanismos de defensa primitivos, como la identificación proyectiva. La función alfa es el proceso psicológico que genera significados a partir de la información sensorial bruta. Da origen al contenido mental que puede emplearse para pensar y soñar, y se afrontan con represión. Pero si falla, la mente acumula elementos beta, contenido impensable solo apto para descargarlo mediante identificación proyectiva patológica, masiva, y la mente se desarrolla como un instrumento solo para evacuar.
En la actualidad la escisión es un concepto muy rico y útil, que abarca una variedad amplia de fenómenos, es un mecanismo de cuatro tipos. Uno es disociativo, la escisión de la personalidad aparece ante el trauma, y en cierta medida lo escindido sigue siendo accesible para la consciencia. El segundo tipo implica negación, la escisión amputa la percepción indeseable o su significado en un intento de evitar el sufrimiento que supone la represión. Los otros dos tipos de escisión implican partir el objeto en bueno y malo, una se dirige hacia la representación del objeto a partir de la fragilidad del yo y de determinantes ambientales, mientras que el tipo de escisión de la mente es un acto primariamente destructivo que busca proteger lo bueno de la destructividad de la pulsión de muerte. Los cuatro tipos de escisión se originan en Freud. La utilidad práctica de estas ideas es que son planteamientos que aportan en la teoría y la práctica psicoanalítica, y además ahondan la comprensión de la condición humana (Blass, 2015; Sechaud, 2015; Weiss 2015).
En otro orden de ideas, en cuanto al destino de la represión desde el punto de vista de la técnica psicoanalítica, lo inconsciente, lo reprimido y la resistencia son las ideas centrales del psicoanálisis, de allí surge nuestra ciencia, una terapéutica basada en que la psicología de la represión es el origen de la estructura y la dinámica de la mente. La trasferencia nace de la compulsión a la repetición y del eterno retorno de lo reprimido, que se manifiesta en el consultorio como lo inconsciente, lo reprimido y la resistencia (Barratt, 2013).  
Y aquí es importante precisar que lo reprimido no es lo mismo que el inconsciente descriptivo, que abarca lo reprimido, pero también partes del yo y el preconsciente, además allí se encuentra la raíz de la asociación libre y la trasferencia, de modo que esta diferenciación se justifica ampliamente.
Entonces la concepción del proceso psicoanalítico ha cambiado dramáticamente durante el último siglo. Para Freud (1915) el efecto terapéutico del psicoanálisis es levantar la represión, hacer consciente lo inconsciente del paciente. El analista es un investigador que se dedica al estudio de sus contenidos mentales, y al hacerlos conscientes, producen alivio, entonces se puede alcanzar una vida más satisfactoria. Pero es inconcebible una mente libre de represión, como tampoco existe una mente excesivamente reprimida (Barratt, 2013).
Hoy, con la investigación de innumerables analistas basados en Freud y Klein, el psicoanálisis se ha vuelto una técnica bipersonal. La contratrasferencia ya no es un síntoma neurótico del analista, se ha transformado en la vía regia para captar y trabajar la trasferencia. Entonces el proceso es el devenir de la relación trasferencia contratrasferencia y la interpretación en condiciones de neutralidad abstinencia, a donde el paciente asocia libremente mientras el analista lo recibe con atención flotante. Así que, esquemáticamente, podríamos decir que el proceso analítico se trata de que el analista y el analizando elaboren juntos sus represiones y trasforman esos contenidos en pensamiento, manteniendo la asimetría de la situación analítica (Ivey, 2008; Bohleber, 2010; Coderch, 2012; Kirshner, 2015).
Por el otro lado, en cuanto al destino teórico de la represión durante los últimos cien años de investigación también ha sucedido mucho. Freud no descubrió el inconsciente, pero sí su lógica y la técnica para trabajarlo y estudiarlo (Matte-Blanco, 1988; Barrat, 2013). En aquel entonces tenía una concepción geométrica de la mente, que llamó el modelo topográfico, en el que lo inconsciente primariamente reprimido y secundariamente reprimido es el prototipo de todo fenómeno mental y la consciencia, junto con la idea de que el influjo del mundo exterior es marginal en la causalidad psíquica. El inconsciente es el Vorbild, o sea el prototipo, el estándar, el ejemplo. Y lo reprimido, lo inconsciente, es el objeto de trabajo del psicoanálisis. La represión es una defensa que logra que los pensamientos se alejen del preconsciente consciente, impidiendo reflexionar sobre ellos. El preconsciente no es consciente, es inconsciente descriptivamente, pero no se ha reprimido, las investigaciones empíricas en otras disciplinas concuerdan en que este es un aspecto fundamental del funcionamiento mental, algo muy semejante a la memoria de trabajo de la neurociencia. Así que hay un degradé entre lo que es consciente, lo preconsciente y lo reprimido, lo inconsciente, una barrera que debería ser permeable y fluida.
Gran parte del funcionamiento mental está afuera del preconsciente consciente, los eventos inconscientes en el sentido descriptivo, como en el caso de los automatismos del lenguaje, mecanismos que guían el funcionamiento preconsciente consciente pero son inconscientes. La idea de que la represión defensiva es un mecanismo de defensa que se encarga de eliminar del consciente y el preconsciente todo lo que es amenazante para el yo, mientras la represión primaria opera en lo más profundo del inconsciente, son elementos fundamentales en la estructuración de la mente a partir de la condición polimorfo perversa de la unidad psicosomática. De modo que sigue siendo cierta la premisa freudiana de 1914 de que el psicoanálisis es la psicología de la represión. Freud se preguntaba cómo se construía la mente a partir de las representaciones del mundo y la energía que se invertía en ellas, o no se invertía en ellas, en últimas, cómo surgía el orden del caos, ideas relacionadas con la noción de la compulsión a la repetición. Pensamientos que están en la raíz de la ‘unidad indivisible’ de Ignacio Matte Blanco (1988), por ejemplo. De manera que en este contexto es necesario el concepto de represión primaria, solo así podría surgir la consciencia, y su lógica aristotélica, en contraposición al inconsciente y su lógica particular, lo que Green llamaba “el puro presente del tiempo de los sueños”.
Freud se preguntaba cómo aparece el principio de realidad a partir del principio de placer, cómo surge lo objetal a partir de lo narcisista. A través de la represión primaria Freud descubre un inconsciente inaccesible al consciente, aun cuando el eterno retorno de lo reprimido siempre está allí operando. De aquí surgen tres elementos prácticos: hay sentimientos y pensamientos reprimidos intolerables para el yo consciente, pero estos contenidos siempre insisten en retornar y afectan la consciencia de una manera que el paciente no comprende, mientras que hacer consciente lo inconsciente es un trabajo arduo que va en contra de una resistencia, pero que alivia al modificar la compulsión a la repetición, entonces emerge el cambio psíquico (Sandell, et al, 2000; Barratt, 2013).
Elementos que apuntan hacia el ideal de madurez, salud, normalidad y al objetivo terapéutico del psicoanálisis. Se busca un funcionamiento fluido entre el inconsciente, el preconsciente y el consciente, que abra la posibilidad de gratificar tanto al narcisismo como al objeto, reconociendo la diferencia, aceptándose, integrando las partes escindidas de la personalidad con un yo permeable a los desafíos del mundo exterior siempre cambiante, pero también del mundo interior. Implicaría aceptar que no hay una zona libre de conflicto en la personalidad, que el equilibrio es solo de los muertos, la vida es un continuo movimiento, es sentir, ser y saber a lo largo de la continuidad existencial.
Y desde el punto de vista de la neurobiología, también ha sucedido mucho en relación con la represión. Podríamos decir que Freud tenía una relación difícil con el neuropsicoanálisis. Desde el principio buscó las bases biológicas de la mente y estaba convencido de que existían. El yo es corporal. Ideas que atraviesan toda su obra, pero, por el otro lado, también afirmaba que había un abismo entre la neurología y el psicoanálisis de la época (Barratt, 2013). Es más, todavía hoy, para los estudiosos de neuropsicoanálisis, lo planteamientos freudianos son un puente entre psicoanálisis y neurobiología, tal vez porque en una época de su vida fue neurólogo, y luego, al adquirir su identidad analítica, no abandonó del todo sus inquietudes sobre la unidad psicosomática. Claro, Freud murió antes del descubrimiento de los genes y de que sucedieran los progresos en la neurobiología que se dieron en la segunda mitad del siglo XX. Hoy se sabe que todo evento mental es cerebral, en la mente no hay nada inmaterial (Kaplan-Solms, Solms, 2002; Kandel 2012).
Pero la idea freudiana sigue en pie: la represión implica que el contendido queda por fuera de la consciencia y se pierde el control ejecutivo sobre él. La consciencia no es la agencia ejecutiva del yo, incluso el yo en gran medida es inconsciente, contrariando el esquema topográfico de Freud, a donde aceptó que había una disociación funcional. Desde esa época se sabía, por ejemplo, que la neurobiología de las palabras tiene un componente motor y uno sensorial, y sus anormalidades se manifiestan clínicamente en las afasias. En el caso de la afasia de Wernike, enfermedades cerebrales interfieren con la consciencia reflexiva, se trata de una inhabilidad para ligar pensamientos a imágenes audioverbales. Y hacer consciente lo inconsciente es la base de la cura mediante el habla, método que opera con éxito en contra de la represión, la resistencia, aliviando el sufrimiento neurótico (Sandell, et al, 2000; Kaplan-Solms, Solms, 2002).
Así mismo, la represión está presente en la anosognosia y la anosodiaforia. Los pacientes con lesiones presilvianas derechas suelen presentar estos síntomas, podríamos decir, hacen más represión, pero, por qué toleran menos la tristeza, la pérdida y la dependencia. Anosognosia quiere decir que el paciente no percibe su limitación funcional, ignora que se cuerpo ya no es como antes. En cambio en la anosodiaforia el paciente desconoce que está físicamente incapacitado en el nivel emocional, hasta podrían aceptarlo conscientemente, pero no emocionalmente, simplemente permanece indiferente frente al cambio corporal. Es común que se presente la anosognosia en la fase aguda de las lesiones presilvianas derechas, y con el tiempo cambia a una anosodiaforia en la crónica.
Además hay una metapsicología de la región ventromesial frontal, la región cerebral que tiene que ver con las trasformaciones económicas fundamentales que inhiben el proceso primario, favoreciendo el proceso secundario. Sus alteraciones afectan el principio de realidad, la estructura del yo y el superyó, el juicio y la represión. Cuando hay enfermedades en esa región se desestructuran las introyecciones narcisistas y aparece una regresión a la psicosis. Entonces la corteza prefrontal sí asume funciones ejecutivas superiores. Los únicos pacientes verdaderamente libres de represión son los que tienen enfermedades cerebrales que afectan la región ventromesial frontal. Adicionalmente la época en que se alcanza la madurez neurológica de esta zona del cerebro coincide con la etapa de la gran represión de la latencia (Kaplan-Solms, Solms, 2002). Así que la represión también es un campo de investigación apasionante para los cultores del neuropsicoanálisis y la neurobiología.
En conclusión, un siglo más tarde, “Lo Inconsciente” (Freud, 1915), y en particular el capítulo IV titulado “La Tópica y la Dinámica de la Represión”, siguen siendo ideas centrales del psicoanálisis de siglo XXI desde el punto de vista metapsicológico, de la técnica, la teoría y el neuropsicoanálisis. Se enriquecieron y se trasformaron luego de cien años de investigación, pero siguen siendo centrales para nuestro oficio artesanal. Los elementos fundamentales del psicoanálisis son lo inconsciente, lo reprimido y la resistencia, camino amplio y fértil de investigación y desarrollos psicoanalíticos venideros.
Según la nota del editor, James Strachey (Freud, 1915, p. 161-165), esta versión inglesa de “Lo Inconsciente” se basó en una edición posterior al documento original, apareció en 1925. En las versiones previas este era un ensayo continuo sin subtítulos que Freud delimitó con notas al margen, notas que en la actualidad son los títulos de las diferentes secciones del artículo. Redactó ese documento inicial en tres semanas entre el 4 y 23 de abril de 1915.
Desde entonces se considera, sin exagerar, que las “Publicaciones Sobre Metapsicología” son las obras teóricas más importantes de Freud, y que “Lo Inconsciente” es el apogeo de esa serie. El inconsciente es la base del psicoanálisis, Freud nunca dejó de insistir en ello. En “Algunas Lecciones Básicas Sobre Psicoanálisis”, obra póstuma que apareció en 1940, hay una nueva versión de las ideas consignadas en “Lo Inconsciente”. Sucede que el objetivo de este artículo no es filosófico, aun cuando en todo caso sí tiene mucho que ver con la ontología del ser humano, la consciencia, la tensión entre el libre albedrío y el determinismo, en fin toca muchos temas de interés filosófico. Más bien era una necesidad práctica para la construcción de su modelo psicoanalítico de la mente. Este artículo es indispensable.
De este texto también es muy interesante que aun cuando Freud nunca perdió su interés por lo psicosomático, es un documento puramente psicoanalítico. Si bien, las raíces de “Lo Inconsciente” pueden rastrearse hasta “El Proyecto”, e incluso antes de eso, pues dos o tres años antes, en sus trabajos sobre afasias, particularmente en el caso de Frau Emmy von N, aparece por primera vez el vocablo ‘inconsciente’. Y luego en “Estudios sobre Histeria” también utilizó un enfoque neurológico y psicoanalítico, cuando empezaba a esbozarse la teoría de la represión y del método catártico para tratarla. Después, en la “Interpretación de los Sueños” la teoría ya era coherente desde el punto de vista neurológico, y definitivamente era un escrito psicoanalítico. Con estos textos revolucionarios el inconsciente se estableció definitivamente.
Sin embargo, no es una noción libre de ambigüedades. Ya Freud había explorado las diferencias entre el uso descriptivo, el dinámico y el sistémico de la expresión, análisis que figura en “Lo Inconsciente” y luego surge otra vez en “El Yo y el Ello” de 1923 y en las “Nuevas Lecciones Introductorias” de 1933. Aludía a que la frontera entre consciente e inconsciente no es nítida, pero es el mejor recurso de que disponemos para iluminar la oscuridad en las profundidades de la mente, y la represión es fundamental en la comprensión de este universo.


Referencias

Barratt BB (2013). What is Psychoanalysis? 100 Years after Freud’s “Secret Committee”. London: Routledge, edición electrónica.
Blass R (2015). Conceptualizing splitting: On the different meanings of splitting and their implications for the understanding of the person and the analytic process. Int J Psychoanal 96: 123-139.
Bohleber W (2010). Destructiveness, intersubjectivity, and trauma. The identity crisis of modern psychoanalysis. London: Karnac, edición electrónica.
Bott Spillius E; Milton J; Garvey P; Couve C; Steiner D (2011). The new dictionary of kleinian thought. London: Routledge, edición electrónica.
Coderch J (2012). La relación paciente-terapeuta. El campo del psicoanálisis y la psicoterapia psicoanalítica. Barcelona: Herder, edición electrónica.
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Ivey G (2008). Enactment controversies: a critical review of current debates. Int J Psychoanal 89: 19-38.
Kandel ER (2012). The Age of Insight. The Quest to Understand the Unconscious in Art, Mind, and Brain, from Vienna 1900 to the present. New York: Random House, edición electrónica.
Kaplan-Solms K, Solms M (2002), Clinical studies in neuropsychoanalysis, introduction to a depth neuropsychology. London: Karnac Books, edición electrónica.
Kirshner L (2015). The translational metaphor in psychoanalysis. Int J Psychoanal 96: 65–81.
Laverde E, Bayona I, Barrios S (2012). Terreno común entre psicoanalistas colombianos en la teoría y en la técnica psicoanalítica. Rev Soc Col Psicoan 36: 393-407.
Matte-Blanco I (1988). Thinking, feeling, and being. Clinical reflections on the fundamental antinomy of human beings and world. London: Routledge.
Sandell R, Blomberg J, Lazar A, Carlsson J, Broberg J, Schubert J (2000). Varieties of long term outcome among patients in psychoanalysis and long term psychotherapy. A review of findings in the Stockholm outcome of psychoanalysis and psychotherapy project (STOPP). Int J Psychoanal 81: 921-942.
Sechaud E (2015). The double nature of splitting. Int J Psychoanal 96: 141143.
Weiss H (2015). Three papers on splitting: A brief introduction. Int J Psychoanal 96: 119122.


martes, 6 de enero de 2015

¿Por qué te hace el amor, y no quiere ser tu novio?


Una paciente mencionó desde el diván en mi consultorio psicoanalítico que había leído con sumo interés un artículo llamado, ¿Por qué te hace el amor, y no quiere ser tu novio? Luego de que la sesión terminó me volvió a la cabeza ese título tan taquillero, me impresionó la osadía y el ingenio de aquel autor capaz de nombrar su documento de esa manera tan incendiaria, por lo pintoresca. Entonces recordé una pieza de reggaetón que escuché recientemente, se llama, No quiere novio, quiere vacilar na’ más. Pensé que muchas personas, mujeres y hombres, reflexionan sobre este asunto. Así me pareció que era un buen tema, y un título adecuado para el primer blog del 2015.

El lector conocedor de la neurociencia dirá que es fácil la respuesta a este interrogante. Sucede que la ilusión opiácea de los románticos amores proviene del influjo de hormonas sexuales, como testosterona y estrógeno, pero también tiene que ver con la concentración de oxitocina, y, por supuesto, con el efecto de neurotransmisores, como la serotonina, junto a otros neuropéptidos y a la acción placentera de las feromonas. Así que los enamorados exageran, son imprácticos y con frecuencia absurdos, por el carácter adictivo propio de la condición bioquímica que llamamos amor. El enamoramiento es una construcción cerebral. Una manifestación psicosomática de su tendencia a crear representaciones del mundo, que, estamos convencidos, son verdaderas. Y la seguridad es un sentimiento que no aporta evidencia para confirmar ni rechazar la exactitud de las observaciones, esto se sabe desde Aristóteles. Entonces la respuesta de los que enarbolan el argumento de la neurofisiología al por qué hay quienes le tienen aversión al compromiso es que el noviazgo es una convención social vacía, pues el determinismo de la biología tutela este sentimiento, tal como sucede con cualquier otro estado anímico, así que no se justifica ese formalismo estéril.

Un cristiano, en cambio, acotaría que el matrimonio es el remedio contra la pasión. Sucede que cuando se presenta el caso vulgar de la pareja fundamentada en la concupiscencia, en los caprichos del cuerpo, nuestra morada transitoria, la persona está desconociendo que el amor es una gracia de Dios. El sexo solo es dable con fines reproductivos dentro del matrimonio sacramental. De manera que cuando la pareja está por fuera de esos confines es una relación llena de pecado, y, como es de esperarse, esta situación anómala conlleva sufrimiento y añoranza, puesto que hay algo incompleto. Se trata de una parejita subterránea llena de vergüenza. Entonces la solución para el vértigo de los amores reprobables es simple: ejerza la templanza, no ceda a las veleidades de la carne, aléjese del pecado con disciplina en ofrenda al creador de todo lo que existe, incluso del sexo, así podrá gozar de la recompensa de un alma inmaculada y serena, y por qué no, de pronto su pareja también puede encontrar el camino del bien y se case con usted algún día.

Pero ambas respuestas que acabamos de esgrimir dejan un mal sabor en la boca. En las palabras definitivas de Walt Whitman, la humanidad es amplia, contiene multitudes. Así que lo primero que tengo para decir a propósito del problema que traemos hasta este momento es que para las parejas hay incontables maneras de estar juntas, y ninguna parece ser mejor que la otra, siempre y cuando no atente contra la dignidad ni la integridad de los demás. En especial ahora que la expectativa de vida ha aumentado tanto y en muchos paises, al menos entre los que predomina el sistema de valores occidental, hay una cierta tendencia a ser tolerantes con la diversidad. La condición humana es vasta y contradictoria, hasta el punto que es imposible desarrollar una ley universal como la gravedad que explique todas las mentalidades concebibles. No existe una idea que sea el punto de partida de todas las demás, las cosas tienen contexto, son relativas y cambiantes, por eso las generalizaciones suelen tener excepciones. Allí donde hay mente, hay conflicto.

De manera que la pregunta de los doscientos cincuenta mil dólares es más bien: ¿y cómo llegó su relación sentimental a ser tan insatisfactoria, y a perdurar a pesar de sus carencias? Después de todo, el amor es un sistema en el que ambos aportan, tanto para la construcción, como para la destrucción de la relación. Así las cosas, en la pareja no hay víctima ni victimario, incluso entre las que tienen un funcionamiento sadomasoquista. Hay complementariedad, mientras uno es pasivo el otro es activo, o de pronto, mientras uno agrede el otro padece, incluso si uno opta por el mundo de las ideas el otro prefiere lo concreto, y así sucesivamente, son muchos los aspectos que unen por ser diferentes, y así complementarios. El uno cubre las carencias del otro, y viceversa, de modo que juntos hacen una buena yunta. Y tenga en cuenta que las anotaciones consignadas en este blog son aplicables tanto para parejas heterosexuales como homosexuales.

Pero también es plausible que ese sentimiento de que falta un centavo para el peso, el lamento y la crítica, conforman un lenguaje estructurado. Un sistema de comunicación particular de cada pareja que tiene efectos y desenlaces variados y conocidos, un dialecto que se construye inconscientemente con el tiempo y la experiencia y la convivencia. Las personas se quejan con sinceridad. Algunos lo hacen como manifestación de angustia, otros de depresión. Son esfuerzos para comunicar y afectar al ser amado, quieren movilizarlo. Así que el catálogo de los defectos de la pareja es fatigante, sí, desesperante, también, pero no hay que perder de vista que, adicionalmente, es amoroso, tierno, conmovedor.

Parecería entonces que el deleite del amor está en transformar al otro según lo que cada cuál cree es mejor. ¿Pero, por qué no escogió a su pareja como la quería desde el principio? Si lo que buscaba era un noviecito confiable y consistente, un hombre predecible que a la vez fuera un continuo inventor de situaciones románticas y divertidas, que además fuera fiel y devoto a usted, así como un amante ingenioso y entregado, ¿por qué eligió al que seguro la haría sufrir por amor? Y otro tanto también le sucede a los hombres, si es ávido de ternura y afecto y atención y comprensión, ¿por qué perseveró con la cabrona? Los psicoanalistas llaman ‘decisiones neuróticas’ a elecciones como estas que van en contra de la naturaleza de las personas, aquellas en las que predomina el conflicto inconsciente, llevándolos a construir situaciones que maltratan al repetir el trauma. Así que lo que llamamos pasado es el efecto en la actualidad de situaciones ya vividas, y, desde este punto de vista, amar es asumir las consecuencias de heridas causadas y reparadas en otras épocas.

De manera que en la elección de la pareja intervienen incontables factores personales que se conjugan con los del otro. Tal vez Pablo Neruda y Mario Benedetti han confundido a la humanidad: su poesía trata mayoritariamente de la cara erótica del amor, soslayando el aspecto siniestro que también conlleva, pues en la construcción de la pareja intervienen tanto elementos amorosos, como agresivos, en todo caso, partes de la personalidad de cada cual que requieren gratificación. El asunto está en que lo destructivo no sea tan preeminente, incluso que esté al servicio de lo constructivo.

De allí proviene esa necesidad continua del enamorado de preguntarse sobre la relación y su destino, esa urgencia de siempre estar deshojando margaritas: me quiere mucho, poquito, nada; me quiere mucho, poquito, nada. Sucede que el amor tiene una condición paradójica, pues queremos amar y ser amados, pero al estar enamorados se siente vulnerabilidad, incertidumbre, terror a la intimidad por la trascendencia que el otro adquiere, de manera que a la vez que se hacen cosas para acercar a la pareja, también se hacen para alejarla.


Así que sentirse incompleto con el otro, irónicamente, es una necesidad que permite amar, porque si el otro es imperfecto es posible estar con él, de lo contrario sería intolerable. Y si fuera su novio legítimo seguro no sería tan atractivo.