miércoles, 20 de septiembre de 2017

Sobre la lógica del inconsciente


      Sigmund Freud (1900; 1915; 1940 [1938]) fue quien descubrió el inconsciente dinámico o proceso primario. Llegó a la conclusión inapelable de que tiene un patrón, una lógica, basándose en observaciones metódicas acerca de las regularidades que se encuentran en la clínica pscoanalítica. Un tipo de pensamiento con componentes finitos que lo definen, y que, al combinarlos en distintas permutaciones dan lugar a la variabilidad de la subjetividad. De las profundas reflexiones freudianas surge el modelo teórico monopersonal acerca del funcionamiento de la mente del individuo, junto con sus ideas sobre su desarrollo desde el nacimiento. Pero también de aquí partió para construir la técnica para trabajar con el inconsciente con la finalidad terapéutica de que el analizando construya una vida más satisfactoria y plena, más justa consigo mismo y los demás, que la persona siga construyendo su capacidad para pensar y elaborar los desafíos que la vida implica. No ofrece, en cambio, una vacuna contra la adversidad. Tampoco es una promesa de equilibrio idílico y perenne, la quietud es inhumana.

       Las emociones son de las pocas cosas de las que podemos estar seguros, y, aún así, no siempre las respetamos ni las atendemos. Un pensamiento es una idea junto con sus afectos. En toda operación mental hay una proporción variable de funcionamiento consciente e inconsciente, sea un problema matemático, un debate de alto vuelo intelectual, el duelo ante la pérdida de un ser querido, una relación de pareja o el sueño más emotivo, y esta es la antinomia fundamental del ser humano (Matte Blanco, 1959; 1975; 1988).

       En 1900, casi desde el principio del psicoanálisis, describió el proceso primario. Se trata de una lógica en la que la similitud es el tipo privilegiado de relación. Es la presencia en el pensamiento de contradicciones simultáneas: alternancia de temporalidad y atemporalidad, así como de conexiones lógicas basadas en la simultaneidad, en atribuir la causalidad a la sucesión, en tomar la equivalencia como identidad y en la conjunción de alternativas. Es la presencia al mismo tiempo de pensamiento y no pensamiento. Y en 1915 incluyó otros elementos más, como la ausencia de contradicción y de negación con hegemonía del desplazamiento y la condensación y la substitución de la realidad externa por la interna. En suma: el proceso primario tiende a la indiferenciación. No hay sucesión, la parte se toma por el todo. Se tratan los elementos de un conjunto como si fueran idénticos ni hay contigüidad porque el tiempo y el espacio son inexistentes en el sentido físico-matemático. Temas que rastrearemos en estas páginas con tranquilidad y claridad.

       Luego el psicoanalista chileno Ignacio Matte Blanco (1959; 1975; 1988), entre otros, introdujo al psicoanálisis el análisis de tipos de modelos lógicos, una metodología que se origina en Bertrand Russell. Y esta no es la primera vez que el psicoanálisis toma prestado algún instrumento de la filosofía.

       Así Matte Blanco construyó el principio de simetría. Predomina el proceso primario. Trata todas las relaciones como si fueran simétricas, clasificándolas en conjuntos que abarcan cada vez más elementos hasta eventualmente conformarse una sucesión infinita en la que es remota la posibilidad de reconocer el objeto diferenciado. No hay contradicción entre impulsos. Tampoco hay negación. Las cosas son y no son al mismo tiempo. Y el desplazamiento del afecto es posible ya que no hay diferencia entre ideas. El principio de simetría, entonces, está en la base de la condensación, la simbolización, la transferencia, la proyección, la introyección y la sublimación. Las contradicciones coexisten sin conflicto, la alternancia entre presencia y ausencia substituye la sucesión, las conexiones lógicas se reemplazan por simultaneidad y la causalidad por sucesión, la equivalencia por identidad. Entonces las alternativas confluyen, hay pensamiento y no pensamiento al mismo tiempo. No hay un antes ni un después, porque todos los instantes son iguales, hay atemporalidad. Y sin tiempo ni espacio, no hay interior ni exterior, tampoco diferencia entre yo y no yo, todo esto resulta en la substitución de la realidad externa por la interna. Así se explican las relaciones objetales, el retorno de lo reprimido y la geometría intrapsíquica, por ejemplo. Este es el nivel en que se vive la experiencia.

       En contraposición al proceso primario, en el proceso secundario predomina la lógica bivalente, clásica, aristotélica o asimétrica, la que concibe los eventos separados. Como en el caso del orden total de las matemáticas, que está regido por el principio de identidad, si A es igual a B, no son diferentes; el de contradicción formal, si A y B se oponen, no son verdaderas al mismo tiempo; el de incompatibilidad, A no puede ser diferente e igual a B; junto con el de bivalencia, A o no A pero no ambas; y por la substracción, si A es positivo y se le resta B, el resultado es menor que A.

Así que siempre se intercalan elementos simétricos y asimétricos. De la misma manera en que hay relaciones simétricas, no lineales, cuando lo predominante es la equivalencia y la similitud, también las hay asimétricas cuando el nexo lógico es lineal, y a este tercer tipo de lógica se le llama bilógica.
Y como es fácil suponerlo la estructura bilógica está estratificada y es constitucional. Resulta del desarrollo normal. Es un logro. Está conformada por un gradiente que va desde la mayor asimetría concebible hasta llegar al extremo de la simetría. Va de lo superficial a lo profundo de la mente. Cuando se nace predomina la simetría, la base está en el yo corporal, polimorfo perverso, inmaduro desde el punto de vista neurológico, de modo que las relaciones asimétricas son pocas, pero exiten, como en el caso del bebé que reconoce a su mamá. La mente se desarrolla al relacionarse con el principio de realidad conformando los primeros elementos asimétricos, elementos que adquirien complejidad con el tiempo en virtud del aprendizaje a partir de la experiencia, dando lugar a niveles de diferenciación, que funcionan con independencia y dan lugar a la continuidad existencial. Cuando es exitoso el proceso, por así decirlo, los niveles de asimetría suficientemente logrados le permiten al individuo funcionar de una manera equilibrada y satisfactoria frente a los avatares de las relaciones im predecibles con el mundo y sus habitantes.
En las capas más superficiales predomina el pensamiento delimitado, se reconocen los objetos separados, definidos. Pero en las más profundos aparecer relaciones no aparentes, elementos accesibles al preconsciente consciente, por ello están sujetos a retrospección y consideración. En la medida en que la simetría aumenta, aparecen los aspectos conscientes de los afectos relacionados con los objetos diferenciados. Todavía hay algo de asimetría en las emociones que pueden nombrarse y relacionarse con un objeto en particular. Aun cuando ya hay experiencias que se extienden infinitamente, como en el caso de las alucinaciones, la omnisapiencia y la omnipotencia, así como la impotencia, la idealización y la negación.
En niveles más profundos operan los mecanismos de defensa, se experimenta la destructividad y la atemporalidad freudiana. Se vuelve plausible sustituir la parte por el todo. Se da la matriz básica de la proyección y la introyección, tema al que regresaremos más adelante. Aun cuando todavía hay cierta asimetría, las cosas se clasifican más por equivalencia, el individuo se vuelve la potencialidad y la intensidad tiende hacia el infinito. Y la simetría aumentando, el funcionamiento todavía se asemeja más al del inconsciente dinámico freudiano. Las experiencias tienen mayor intensidad afectiva. Los conjuntos son amplios con elementos idénticos, es el nivel de funcionamiento de la esquizofrenia: no hay contradicción, el conjunto abarca todas las referencias, incluye afirmaciones y negaciones, se substituye la realidad externa por la interna. Hasta que por último, convergen en un solo conjunto en el que todo está contenido y abarca lo concebible, es la unidad indivisible. La simetría tiende hacia el límite de la indivisibilidad. Las cosas se experimentan como iguales y las relaciones están contenidas en una sola.  El pensamiento es imposible porque no hay asimetría: todo es igual, no hay tiempo ni espacio, así que tampoco hay movimiento y los afectos son infinitos.
También vale la pena considerar, entonces, que si bien las regiones más profundas de la simetría son atemporales, el desarrollo de la estructura bilógica estratificada y el cambio psíquico relacionado con el proceso interpretativo, por ejemplo, implican tiempo, son procesos.
Y tengase en cuenta entonces que desde esta perspectiva es innecesario el concepto de pulsión de muerte. La unidad indivisible produce el efecto que se le atribuye a tánatos: la quietud, el eterno retorno, la indiferenciación, la desvinculación libidinal.
Otra anotación más, desde este punto de vista, la salud mental está en que la simetría y la asimetría se relacionen de maneras flexibles, móviles y adaptativas, mientras que, por el contrario, de la rigidez proviene la patología. En los estados anormales la diferenciación entre los niveles lógicos se fractura y confunde, entonces se conforman estructuras bilógicas desvitalizadas (Barrios, 2006).
Adicionalmente vale la pena aclarar que de esta manera también pueden explicarse los sueños y la geometría de la mente. Los objetos son particulares en el nivel asimétrico, ocupan un tiempo y un espacio, se perciben únicos; y al mismo tiempo, desde el punto de vista de la simetría, tienen n dimensiones, cuentant con incontables facetas. El desplazamiento y la condensación multiplican los volúmenes, una maniobra crucial en la elaboración onírica que le da una estrecha relación al sueño manifiesto con el latente, un significado personal por descubrir en la sesión. Concepción afín a la de Donald Fairbairn (1931; 1940; 1944), los sueños representan la realidad interna, las relaciones objetales, y en el proceso de simbolización de las sensaciones corporales crudas, multidimensionales, empiezan a vincularse a elementos asimétricos que puedan construir estructuras bilógicas para que lleguen a pensarse.
Hasta aquí hemos descrito la lógica del inconsciente desde la perspectiva monopersonal, es decir, de cómo funciona la lógica del inconsciente dinámico dentro de la cabeza de un individuo cualquiera. Pero esta es solo una parte de la historia. Es interesante pensar sobre cómo se construye la relación con los demás, el enfoque bipersonal. En particular para nosotros, los psicoanalistas que creemos que el eje del proceso analítico está en el influjo de la relación transferencia contratransferencia en la situación analítica al emplear la técnica estándar.
En 1946 Melanie Klein describió la identificación proyectiva como una fantasía compleja que se da en dos pasos: primero, hay una identificación en que el objeto se vuelve representante del sujeto; luego, en un segundo tiempo, el sujeto toma al objeto como parte de si mismo mediante proyecciones e introyecciones, depositándole el objeto malo y quedándose con el bueno y viceversa. En la identificación, merced a la simetría, el sujeto asume el objeto como parte suya y sobre esa base se da la proyección y la identificación. En la identificación hay relacion entre sujeto objeto, de adentro a afuera y en sentido contrario; pero también, a la vez, merced a la escisión, el sujeto y el objeto se confunden.
Por acción del desplazamiento y la condensación, la introyección y proyección, se reduce el objeto multidimensional a solo tres dimensiones, llega a la asimetría. El desplazamiento exige escisión en por lo menos dos, el yo se separa isomórficamente con un espacio multidimensional y diferentes elementos se tratan como si fueran uno solo, que asimétricamente se conciben como separados. Mediante la condensación, la escisión y el desplazamiento se logran representar tridimensionalmente como una figura compuesta en un momento dado.
La escisión implica que el sujeto está a la vez en si mismo y en el objeto, a través de la matriz básica de la proyección y la introyección. El yo y el objeto pertenecen al mismo conjunto, se identifican, mientras hay proyección e introyección. En la proyección está el yo es el objeto, lo cual implica asimetría espacial y simetría temporal acompañada de empobrecimiento yóico. En la identificación proyectiva, el espacio psíquico es multidimensional, las innumerables escisiones del yo están en dos o más objetos a la vez, y los aspectos desplazados aparecen separados, están puestos a la vez en el sujeto y el objeto, osea que están adentro y afuera, ocupan por lo menos dos espacios tridimensionales al mismo tiempo. Pero para diferenciar lo interno de lo externo se requiere asimetría. Y, por último, la agresión es la proyección del objeto malo, es decir, es una operación bilógica con un componente asimétrico importante porque tiende a separar, a alejar y a diferenciar.
En síntesis, bilógica es la coexistencia perpetua de la asimetría y la simetría. Y el psicoanalista también funciona de esta manera. La interpretación surge de la dinámica entre simetría y asimetría en la relación del dúo analítico. Desde esta perspectiva del análisis, el efecto terapéutico proviene de la interacción de esas dos mentes creando nuevas estructuras bilógicas, en esta ocasión, vivas y fluidas a partir de las originales. La situación analítica provee condiciones favorables para construir nuevas relaciones entre simetría y asimetría. Genera la asimetría que se integra con la simetría sin pretender sustituirla. Esto es intersubjetividad.
Pero tambien el encuentro analítico requiere de una negociación constante entre las delicadas tensiones de la mente propia del analista y permitirse hacer contacto emocional con el analizando. Cada sesión es un campo intersubjetivo único, con transformaciones que llevan a pensar y a sentir lo nuevo que hay allí. Sin embargo, hay innumerables abordajes y transformaciones posibles según la posición y la inmersión del analista en el campo, por supuesto, con incontables desenlaces posibles. Así, cuando todo va bien, florece un tercer objeto simbólico entre analista y analizando. Se trata de relaciones complejas, cambiantes, crecientes  (Cartwright, 2016).
       Por otro lado, el campo analítico es la idea de que el análisis sucede en la relación entre los miembros del dúo analítico, a donde se definen el uno al otro. La estructura que resulta de la interacción entre analista y analizando es un proceso dinámico y creativo, más grande y complejo que la suma de sus componentes. La experiencia sensorial, los pensamientos, las fantasías y otros eventos mentales reverberan en este campo multidimensional, con diferentes niveles de representación y función. En algunas áreas es indispensable diferenciar lo interno de lo externo, mientras que en otras no lo es en algún momento dado. Está habitado por presencias, personajes, signos, animaciones, cosas, baluartes, barreras, sentimientos, así en el espacio, tiempo y función del campo analítico surge la dinámica inconsciente del dúo analítico. de modo que es una estructura particular, una fantasía bipersonal compartida determinada por el analista y el analizando.

       Este enfoque pone el acento en la interacción en el setting analítico, así como en sus propiedades emergentes, recíprocas, con configuraciones variadas. La experiencia analítica es un sistema no lineal. Siempre hay turbulencia en él. Turbulencia que emerge con niveles variables de complejidad, articulando la experiencia emocional con lo incognoscible en la interacción del dúo analítico. Y que funciona en varios niveles de tensión dialéctica entre lo igual y lo diferente, entre simetrías y asimetrías.

       Influencias internas, externas y en varios niveles generan nuevas experiencias emocionales. El campo se organiza por sí solo con patrones a partir de influencias recíprocas, a donde cualquier elemento puede tener la totalidad de las características del campo, pues está abierto a aportes continuos, es sensible al contexto y es particular. Así que el campo analítico, como cualquier otro campo de la experiencia, es inherentemente ambiguo. Es inconsebible un analizando sin su analista ni un analista sin su analizando, ya que entre ellos hay infinidad de maneras de vinculares que se representan a distintos niveles de la complejidad psíquica. Siempre negocian la tensión dinámica entre lo semejante y lo diferente según los avatares del campo intersubjetivo.     


Referencias

Barrios S (2006). Introducción a la bilógica acompañada de aplicación clínica, con consideraciones sobre el proceso analítico y la neurociencia. Rev Soc Col Psicoan 31: 363-380.
Barrios S (2008). La risa en el proceso psicoanalítico. Rev Soc Col Psicoan 33: 167-190.
Cartwright D (2016). Containing systems in the analytic field. En: Levine H; Civitarese G (edits.), The WR Bion tradition. Lines of development - evolution of theory and practice over the decades, pgs 201-221. London: Karnac, edición electrónica.
Fairbairn WRD (1931). Features in the analysis of a patient with a physical genital abnormality, En: An object-relations theory of the personality, pgs 197-222. New York: Basic Books Inc, 1962.
Fairbairn WRD (1940). Schizoid factors in the personality, En: An object-relations theory of the personality, pgs 3-27. New York: Basic Books Inc, 1962.
Fairbairn WRD (1944). Endopsychic structure considered in terms of object-relationships, En: An object-relations theory of the personality, pgs 82-136. New York: Basic Books Inc, 1962.
Freud S (1900). The interpretation of dreams. SE 4, 5.
Freud S (1915). The unconscious. SE 14: 158-215.
Freud S (1940 [1938]). An outline of Psycho-Analysis. SE 23: 139-207.
Matte Blanco I (1959). Expression ins symbolic logic of the characteristics of the system Ucs. or the logic of the system Ucs. Int J Psychoanal 40: 1-5.
Matte Blanco I (1975). The unconscious as infinite sets, an essay in Bi – logic. London: Karnac books, 1998.
Matte Blanco I (1988). Thinking, feeling, and being, clinical reflections on the fundamental antinomy of human beings and world. London: Routledge.







[1] Miembro titular Sociedad Colombiana de Psicoanálisis.