domingo, 4 de marzo de 2018

El campo psicoanalítico intersubjetivo


El campo psicoanalítico intersubjetivo es a donde todo sucede. Una construcción simbólica que se da en la tensión dialéctica de las subjetividades del analista y el analizando en virtud de la asimetría que genera la técnica estándar. Técnica que requiere que el analista permita que el analizando prevalezca al aplazar su narcisismo: su responsabilidad es conocer la teoría y olvidarla, momentáneamente, durante la sesión, a la vez que tolera la paradoja, la incertidumbre y la ignorancia, hasta que por fin comprenda algo que se justifique interpretar. La técnica está al servicio del proceso.

De modo que el campo es la experiencia que emerge del diálogo analítico. Una creación compartida, que, sin embargo, ambos integrantes del dúo analítico la ven de maneras distintas, desde sus propias subjetividades. Transferencia y contratrasferencia son causa y efecto la una de la otra, son inseparables como las dos caras de una moneda. Comprometerse a psicoanalizar a alguien es poner la mente del analista a su disposición, con infinitas posibilidades contratransferenciales. Y el enactment es llevar a la escena de la situación clínica las fantasías que predominan en el dúo analítico en el momento, de modo que tiene enorme significado transferencial, no siempre es destructivo. Los sueños y los símbolos no se disecan, se interpretan transferencialmente.

Pero la intersubjetividad no es un enfoque revisionista ni una enmienda. Es impensable este modelo sin los aportes de la teoría objetal, la perspectiva bipersonal de la mente. Mi manera de entender las cosas gira alrededor de la noción de que la identificación proyectiva se expresa, se elabora y se transforma de masiva en comunicativa en relación con el reverie durante el proceso analítico. Podría decirse que este es el mecanismo que une y separa al dúo analítico, y, por supuesto, da lugar al campo. El analista vive de manera vicariante las vicisitudes de la identificación proyectiva del analizando, y la única manera de comprenderla es estar ahí, participando con el reverie. El analista la recibe, aun cuando a su manera personal, específica, y si las cosas salen bien, logra vincular esas sensaciones y emociones con ideas, transformándolas en pensamiento, en una interpretación que luego le devuelve al analizando aspectos escindidos, proyectados y negados, pero de una manera elaborada, atenuada. Elementos que sirven para construir nuevos significados y modificar los ya existentes.

El campo psicoanalítico intersubjetivo es una relación sujeto objeto, pero también lo es entre sujetos. Las particularidades de cada miembro del dúo analítico tienen que ver con la manera en que se construye el campo, cada caso es particular e incomparable. El sexo, la edad y hasta el consultorio del analista aportan información al analizando, restos diurnos para construir fantasías. Aun cuando el analista hace su mejor esfuerzo para comportarse neutro y abstinente, libre de memoria y de deseo, estos son ideales inalcanzables: su mundo interior se filtra en el porte y la actitud, en lo que interpreta y en lo que deja de interpretar. Su elección del hecho clínico seleccionado habla de quién es o no es.

Por el otro lado, es impensable una metapsicología sin el enfoque monopersonal, la concepción analítica de la mente que incluye las pulsiones y los mecanismos de defensa, las etapas del desarrollo psicosexual y la lógica del inconsciente. Es en relación con el otro que se gratifican las pulsiones. Y una cosa más, el campo psicoanalítico intersubjetivo tiene niveles de profundidad, niveles que funcionan según la posición relativa del analista y el analizando en ese momento del proceso. Lo cual nos lleva al tema central de la clínica: la elaboración de la transferencia, el faro que guía al analista.

De modo que el psicoanálisis visto como un campo analítico intersubjetivo también incluye la elaboración del complejo de Edipo, que tiene una relación recíproca con la adquisición de la posición depresiva, la simbolización y la sublimación. Después de todo, la capacidad de estar solo, de estar cómodo consigo mismo, al igual que la de vincularse con los demás de manera equilibrada, son manifestaciones de los mismos mecanismos mentales. Vivir el proceso analítico ensancha la capacidad para pensar y afrontar los avatares de la vida. La finalidad terapéutica es que la persona construya una manera de existir en el mundo que sea más humana y satisfactoria. La intersubjetividad no es una escuela ni un movimiento, es una manera de referirse a los analistas que entendemos el psicoanálisis como el desarrollo del pensamiento que el dúo analítico hace durante el proceso.

Por el otro lado, también se justifica detenerse a reflexionar acerca de cómo se construye la mente del psicoanalista, después de todo es determinante en el devenir del campo psicoanalítico intersubjetivo. La técnica es indispensable, ya lo dijimos, pero la mente del analista también está hecha de su vida personal, sus lecturas analíticas y no analíticas, al igual que de su análisis personal. Al principio, mientras está en formación, se identifica con profesores y supervisores. Su sistema de valores es el del Instituto y la Sociedad, podríamos decir. El tiempo, la experiencia clínica creciente y la relación con los colegas, le aportan a la construcción de su identidad. Es invaluable permanecer ligado a la Sociedad y al Instituto.

Entonces la construcción de la identidad analítica es un proceso semejante al desarrollo psicosexual. En la medida en que el joven analista avanza en su carrera, incluso después de cumplir con los requisitos del Instituto, progresivamente se adueña cada vez más de sí mismo y de la teoría y de la técnica. Desarrolla su propia voz para hablar con el analizando. Un proceso que supone un enfoque genital y depresivo de las identificaciones iniciales. Una elaboración que lleva a descubrir que el gradiente generacional no es un abismo insalvable, es un hecho tozudo de la vida: existimos gracias a nuestros antepasados psicoanalíticos.

Por último, redactar y presentar trabajos ordena los pensamientos y los sentimientos, es el apogeo del conocimiento analítico. Conocimiento que nace de la experiencia clínica en el campo psicoanalítico intersubjetivo y hace un trayecto clínico teórico hasta desembocar en la construcción de nuevos enfoques y sistemas de pensamiento.

Los textos psicoanalíticos, como cualquiera, son representaciones del mundo, no son la cosa en sí. Todo depende de quien narra, de la subjetividad del autor. Pero la diferencia entre nuestra literatura y la ficción es que el psicoanalista se compromete con el lector a narrar su comprensión lo más cercana posible a lo que sucedió en esa situación clínica particular. De modo que desarrollar la voz literaria propia también, a mi manera de ver las cosas, hace parte de la construcción de la identidad analítica.