jueves, 9 de octubre de 2014

Elogio de la Vida a Solas


La vida a solas es grata, apacible, no es igual que ser solitario, por el contrario es disfrutar del placer de encontrarse consigo mismo, es deleitarse con la intimidad propia. Y no son puras mañas, como lo leí hace ya algún tiempo en un libro, o tal vez en una revista, es un asunto trascendental. Un día un filósofo profesional aseguraba que amaba la soltería porque el matrimonio era una paradoja de la democracia: mientras este modelo de organización social promulgaba la libertad, la igualdad y la fraternidad, el matrimonio no, era todo lo contrario. Pero no se trata simplemente del terror a la intimidad de un hombre. Una mujer profundamente espiritual y sensible afirmó en una oportunidad, así como así, sin siquiera pensarlo dos veces, el amor es el arte de la distancia.

Hay quienes conjeturan que los que viven solos se pasan los días y las noches del timbo al tambo en pos de aventuras inconfesables entre sábanas ajenas sin que nadie pueda decirles nada. Pero según he podido constatar en relatos de gente que vive sola, este estado de cosas no es lo mismo que la promiscuidad, estas personas también sienten placer con muchas cosas, son polifacéticos, unos se entusiasman con la lectura y la escritura, otros gozan con la pintura, y algunos más oyen música, incluso no falta quien prefiere dormir como un muerto. Por otro lado, sin querer decir que esta es una observación científicamente justificada, en la actualidad hay cierta tendencia a que las mujeres sientan aversión por los oficios domésticos, lo cual no tiene ningún problema, viven solas, mientras que entre ellos sucedió lo contrario, apareció una fascinación por los oficios domésticos, y tampoco hay problema, viven solos. De modo que ahora es común encontrar más cocineros que cocineras, y hasta prefieren preparar los alimentos en privado a la hora de confeccionar recetas experimentales antes de ponerlas a prueba con algún comensal. O simple y llanamente el que vive solo puede dedicarse con facilidad a lo que los italianos llaman il dolce far niente, es decir, pueden abandonarse al dulce encanto de hacer nada. Hay gente de todos los pelambres. Una vida contemplativa y recogida propicia la reflexión y la introspección, actividades como la creatividad y la meditación requieren privacidad, no pueden realizarse en medio de la muchedumbre. No en vano los monasterios son lugares quietos que satisfacen necesidades profundas del espíritu humano.

Se me viene a la cabeza una mujer de edad intermedia quien me contó inconsolable, al calor de una taza de café, que una noche le dijo a su pareja, un señor que vivía solo, ¡tú no quieres comprometerte, haces lo que te da la gana!, a lo que él respondió lleno de paciencia con la perogrullada que acababa de escuchar, claro, de eso se trata. Y no es cierto que quienes viven solos se entregan a juergas bestiales. Ni creo que sea correcta la especulación de ciertos sectores de la opinión femenina, en especial ahora que se casó el madurísimo George Clooney con la joven Amal Alamuddin, en el sentido de que a los que viven solos les llueven propuestas matrimoniales por parte de solteras esperanzadas en un hogar divino y apacible sin los sobresaltos de casarse con un muchacho veleidoso.

El psicoanalista inglés Donald Winnicott (1896-1971) escribió extensamente sobre la capacidad de estar solos como uno de los logros del desarrollo de la personalidad, un aspecto central de la madurez. Y no solo se refería a la habilidad de estar sin nadie más, aludía a que esta destreza abre la puerta para que el adulto sea capaz de ser quien es, y al mismo tiempo que acepta su individualidad, reconoce la diferencia con los demás. No siente urgencia de trasformar a nadie, ni, en el peor de los casos, de liquidar al otro cuando no funciona como quisiera. Se trata más bien de desarrollar la flexibilidad que le permita funcionar con satisfacción dentro de la colectividad sin perder de vista la individualidad, mantiene la autonomía sin desdibujarse en el grupo. El ser humano es gregario, y la tensión entre lo individual y lo colectivo es central en la vida del hombre desde que nace hasta que muere, mientras que la mente se desarrolla en medio de la relación dialéctica con los demás, y tenga en cuenta que el mínimo grupo es de tres personas, padre, madre e hijo.

Como decía arriba, Winnicott es uno de los pioneros de la idea revolucionaria de que la seriedad del juego infantil es crucial en la estructuración de la mente del adulto que llegará a ser. Al principio, en la fantasía, el bebé toma el objeto como si fuera parte de sí mismo mientras la mamá amorosa y devota lo acompaña en su subjetividad; pero con el tiempo el niño aprende, el juego se hace más complejo,  toma y deja el objeto, y vuelve a tomarlo y a dejarlo, todo esto ante los ojos cariñosos de su mamá, quien de esta manera participa en su exploración del universo, en ese ir y venir, en ese aparecer y desaparecer, y si ella logra estar allí sin romper la ilusión durante un tiempo suficiente, este proceso natural le da confianza al bebé, y llega a disfrutar de su capacidad de gobernar los objetos del mundo, pero siempre con el trasfondo de la madre confiable en medio de las vicisitudes de su habitualidad, incluso del amor y el odio que entrañan todas las relaciones humanas, y así crean juntos un espacio virtual que sirve de escenario para esta experiencia fascinante del niño; entonces poco a poco logra la capacidad de estar solo, concibe a su mamá, con quien juega, a quien ama y está disponible, puede recordarla tranquilo cuando ella está ausente, vuelve a descubrirla entre su mente; hasta que, por último, el niño llega a construir la noción de que él y ella no son un solo cuerpo, a través del juego ha encontrado el ser y el no ser, entonces puede aceptar que ella también aporte y tenga iniciativa en el juego, y él feliz.ismo, mientras la mama que sera seriedad del juego infnatil es uesto, no es lo mismo que vivir solitario.promueve e

Así que la capacidad de estar solos es un paso fundamental tanto en la construcción de la identidad como en la manera de estar con los demás. Abre la puerta para explorar el mundo sin terror a la libertad, tolerando la incertidumbre que la existencia implica y la angustia que produce el espacio vastamente grande de las posibilidades que ofrece la vida. Estas experiencias tempranas devienen en modelos para las relaciones venideras, están en la raiz del amor, la amistad, el sentido del humor, y muchas otras actividades. Hacen parte de la forma en que cada cual ocupa su espacio vital, si es intrusivo o módico, xenofóbico o acogedor, en fin, hay incontables maneras de estar en el mundo según la mentalidad de cada cual.

Y, como la mente es tan móvil, la capacidad de estar solo continuamente se está forjando en relación con los demás, no se queda fosilizada entre la mente del niño que una vez fue, antes por el contrario siempre es actual en medio de los avatares de los vínculos con los demás. Es por eso este enfoque teórico también es un modelo para pensar en la relación psicoanalítica, ya que este proceso promueve la capacidad de estar solo con satisfacción, así como la de lograr una vida más grata y equilibrada con los demás. El psicoanálisis es un discurso de liberación que se dedica al estudio del continuo que va desde lo biológico hasta lo social.