La vida a solas es grata, apacible, no es igual que ser
solitario, por el contrario es disfrutar del placer de encontrarse consigo
mismo, es deleitarse con la intimidad propia. Y no son puras mañas, como lo leí
hace ya algún tiempo en un libro, o tal vez en una revista, es un asunto
trascendental. Un día un filósofo profesional aseguraba que amaba la soltería
porque el matrimonio era una paradoja de la democracia: mientras este modelo de
organización social promulgaba la libertad, la igualdad y la fraternidad, el
matrimonio no, era todo lo contrario. Pero no se trata simplemente del terror a
la intimidad de un hombre. Una mujer profundamente espiritual y sensible afirmó
en una oportunidad, así como así, sin siquiera pensarlo dos veces, el amor es el
arte de la distancia.
Hay quienes conjeturan que los que viven solos se pasan los
días y las noches del timbo al tambo en pos de aventuras inconfesables entre
sábanas ajenas sin que nadie pueda decirles nada. Pero según he podido constatar
en relatos de gente que vive sola, este estado de cosas no es lo mismo que la
promiscuidad, estas personas también sienten placer con muchas cosas, son
polifacéticos, unos se entusiasman con la lectura y la escritura, otros gozan
con la pintura, y algunos más oyen música, incluso no falta quien prefiere dormir
como un muerto. Por otro lado, sin querer decir que esta es una observación
científicamente justificada, en la actualidad hay cierta tendencia a que las
mujeres sientan aversión por los oficios domésticos, lo cual no tiene ningún
problema, viven solas, mientras que entre ellos sucedió lo contrario, apareció
una fascinación por los oficios domésticos, y tampoco hay problema, viven solos.
De modo que ahora es común encontrar más cocineros que cocineras, y hasta prefieren
preparar los alimentos en privado a la hora de confeccionar recetas
experimentales antes de ponerlas a prueba con algún comensal. O simple y
llanamente el que vive solo puede dedicarse con facilidad a lo que los
italianos llaman il dolce far niente,
es decir, pueden abandonarse al dulce encanto de hacer nada. Hay gente de todos
los pelambres. Una vida contemplativa y recogida propicia la reflexión y la
introspección, actividades como la creatividad y la meditación requieren privacidad,
no pueden realizarse en medio de la muchedumbre. No en vano los monasterios son
lugares quietos que satisfacen necesidades profundas del espíritu humano.
Se me viene a la cabeza una mujer de edad intermedia quien
me contó inconsolable, al calor de una taza de café, que una noche le dijo a su
pareja, un señor que vivía solo, ¡tú no quieres comprometerte, haces lo que te
da la gana!, a lo que él respondió lleno de paciencia con la perogrullada que
acababa de escuchar, claro, de eso se trata. Y no es cierto que quienes viven
solos se entregan a juergas bestiales. Ni creo que sea correcta la especulación
de ciertos sectores de la opinión femenina, en especial ahora que se casó el
madurísimo George Clooney con la joven Amal Alamuddin, en el sentido de que a
los que viven solos les llueven propuestas matrimoniales por parte de solteras
esperanzadas en un hogar divino y apacible sin los sobresaltos de casarse con
un muchacho veleidoso.
El psicoanalista inglés Donald Winnicott (1896-1971)
escribió extensamente sobre la capacidad de estar solos como uno de los logros
del desarrollo de la personalidad, un aspecto central de la madurez. Y no solo
se refería a la habilidad de estar sin nadie más, aludía a que esta destreza
abre la puerta para que el adulto sea capaz de ser quien es, y al mismo tiempo que
acepta su individualidad, reconoce la diferencia con los demás. No siente
urgencia de trasformar a nadie, ni, en el peor de los casos, de liquidar al
otro cuando no funciona como quisiera. Se trata más bien de desarrollar la
flexibilidad que le permita funcionar con satisfacción dentro de la
colectividad sin perder de vista la individualidad, mantiene la autonomía sin
desdibujarse en el grupo. El ser humano es gregario, y la tensión entre lo
individual y lo colectivo es central en la vida del hombre desde que nace hasta
que muere, mientras que la mente se desarrolla en medio de la relación
dialéctica con los demás, y tenga en cuenta que el mínimo grupo es de tres
personas, padre, madre e hijo.
Como decía arriba, Winnicott es uno de los pioneros de la
idea revolucionaria de que la seriedad del juego infantil es crucial en la
estructuración de la mente del adulto que llegará a ser. Al principio, en la
fantasía, el bebé toma el objeto como si fuera parte de sí mismo mientras la
mamá amorosa y devota lo acompaña en su subjetividad; pero con el tiempo el
niño aprende, el juego se hace más complejo,
toma y deja el objeto, y vuelve a tomarlo y a dejarlo, todo esto ante los
ojos cariñosos de su mamá, quien de esta manera participa en su exploración del
universo, en ese ir y venir, en ese aparecer y desaparecer, y si ella logra estar
allí sin romper la ilusión durante un tiempo suficiente, este proceso natural le
da confianza al bebé, y llega a disfrutar de su capacidad de gobernar los
objetos del mundo, pero siempre con el trasfondo de la madre confiable en medio
de las vicisitudes de su habitualidad, incluso del amor y el odio que entrañan todas
las relaciones humanas, y así crean juntos un espacio virtual que sirve de
escenario para esta experiencia fascinante del niño; entonces poco a poco logra
la capacidad de estar solo, concibe a su mamá, con quien juega, a quien ama y está
disponible, puede recordarla tranquilo cuando ella está ausente, vuelve a
descubrirla entre su mente; hasta que, por último, el niño llega a construir la
noción de que él y ella no son un solo cuerpo, a través del juego ha encontrado
el ser y el no ser, entonces puede aceptar que ella también aporte y tenga
iniciativa en el juego, y él feliz.
Así que la capacidad de estar solos es un paso fundamental tanto
en la construcción de la identidad como en la manera de estar con los demás. Abre
la puerta para explorar el mundo sin terror a la libertad, tolerando la
incertidumbre que la existencia implica y la angustia que produce el espacio
vastamente grande de las posibilidades que ofrece la vida. Estas experiencias
tempranas devienen en modelos para las relaciones venideras, están en la raiz
del amor, la amistad, el sentido del humor, y muchas otras actividades. Hacen
parte de la forma en que cada cual ocupa su espacio vital, si es intrusivo o
módico, xenofóbico o acogedor, en fin, hay incontables maneras de estar en el mundo
según la mentalidad de cada cual.
Y, como la mente es tan móvil, la capacidad de estar solo continuamente
se está forjando en relación con los demás, no se queda fosilizada entre la
mente del niño que una vez fue, antes por el contrario siempre es actual en
medio de los avatares de los vínculos con los demás. Es por eso este enfoque teórico
también es un modelo para pensar en la relación psicoanalítica, ya que este
proceso promueve la capacidad de estar solo con satisfacción, así como la de
lograr una vida más grata y equilibrada con los demás. El psicoanálisis es un
discurso de liberación que se dedica al estudio del continuo que va desde lo
biológico hasta lo social.
Maravilloso, sì, El Elogio de la Vida a Solas, que nos regala en su escrito, doctor, Santiago.
ResponderEliminarMe encantò, mucho,sì.
Gracias, muchas gracias!!!
Celina Giraldo Moreno.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarMil gracias Celina, me alegra que este blog te haya interesado, me animas.
EliminarMuy interesante .
ResponderEliminarMe encanta la vida a solas.
ResponderEliminarClaudia Colorado G.