Sigmund Freud (1900; 1915; 1940 [1938]) fue quien descubrió el inconsciente dinámico o proceso primario. Llegó a la conclusión inapelable de que tiene un patrón, una lógica, basándose en observaciones metódicas acerca de las regularidades que se encuentran en la clínica pscoanalítica. Un tipo de pensamiento con componentes finitos que lo definen, y que, al combinarlos en distintas permutaciones dan lugar a la variabilidad de la subjetividad. De las profundas reflexiones freudianas surge el modelo teórico monopersonal acerca del funcionamiento de la mente del individuo, junto con sus ideas sobre su desarrollo desde el nacimiento. Pero también de aquí partió para construir la técnica para trabajar con el inconsciente con la finalidad terapéutica de que el analizando construya una vida más satisfactoria y plena, más justa consigo mismo y los demás, que la persona siga construyendo su capacidad para pensar y elaborar los desafíos que la vida implica. No ofrece, en cambio, una vacuna contra la adversidad. Tampoco es una promesa de equilibrio idílico y perenne, la quietud es inhumana.
Las
emociones son de las pocas cosas de las que podemos estar seguros, y, aún así,
no siempre las respetamos ni las atendemos. Un pensamiento es una idea junto
con sus afectos. En toda operación mental hay una proporción variable de
funcionamiento consciente e inconsciente, sea un problema matemático, un debate
de alto vuelo intelectual, el duelo ante la pérdida de un ser querido, una relación
de pareja o el sueño más emotivo, y esta es la antinomia fundamental del ser
humano (Matte Blanco, 1959; 1975; 1988).
En
1900, casi desde el principio del psicoanálisis, describió el proceso primario.
Se trata de una lógica en la que la similitud es el tipo privilegiado de
relación. Es la presencia en el pensamiento de contradicciones simultáneas:
alternancia de temporalidad y atemporalidad, así como de conexiones lógicas basadas
en la simultaneidad, en atribuir la causalidad a la sucesión, en tomar la
equivalencia como identidad y en la conjunción de alternativas. Es la presencia
al mismo tiempo de pensamiento y no pensamiento. Y en 1915 incluyó otros
elementos más, como la ausencia de contradicción y de negación con hegemonía del
desplazamiento y la condensación y la substitución de la realidad externa por
la interna. En suma: el proceso primario tiende a la indiferenciación. No hay
sucesión, la parte se toma por el todo. Se tratan los elementos de un conjunto
como si fueran idénticos ni hay contigüidad porque el tiempo y el espacio son
inexistentes en el sentido físico-matemático. Temas que rastrearemos en estas
páginas con tranquilidad y claridad.
Luego
el psicoanalista chileno Ignacio Matte Blanco (1959; 1975; 1988), entre otros, introdujo
al psicoanálisis el análisis de tipos de modelos lógicos, una metodología que se
origina en Bertrand Russell. Y esta no es la primera vez que el psicoanálisis
toma prestado algún instrumento de la filosofía.
Así
Matte Blanco construyó el principio de simetría. Predomina el proceso primario.
Trata todas las relaciones como si fueran simétricas, clasificándolas en
conjuntos que abarcan cada vez más elementos hasta eventualmente conformarse una
sucesión infinita en la que es remota la posibilidad de reconocer el objeto
diferenciado. No hay contradicción entre impulsos. Tampoco hay negación. Las
cosas son y no son al mismo tiempo. Y el desplazamiento del afecto es posible
ya que no hay diferencia entre ideas. El principio de simetría, entonces, está
en la base de la condensación, la simbolización, la transferencia, la
proyección, la introyección y la sublimación. Las contradicciones coexisten sin
conflicto, la alternancia entre presencia y ausencia substituye la sucesión,
las conexiones lógicas se reemplazan por simultaneidad y la causalidad por
sucesión, la equivalencia por identidad. Entonces las alternativas confluyen,
hay pensamiento y no pensamiento al mismo tiempo. No hay un antes ni un después,
porque todos los instantes son iguales, hay atemporalidad. Y sin tiempo ni
espacio, no hay interior ni exterior, tampoco diferencia entre yo y no yo, todo
esto resulta en la substitución de la realidad externa por la interna. Así se
explican las relaciones objetales, el retorno de lo reprimido y la geometría
intrapsíquica, por ejemplo. Este es el nivel en que se vive la experiencia.
En
contraposición al proceso primario, en el proceso secundario predomina la
lógica bivalente, clásica, aristotélica o asimétrica, la que concibe los
eventos separados. Como en el caso del orden total de las matemáticas, que está
regido por el principio de identidad, si A
es igual a B, no son diferentes; el
de contradicción formal, si A y B se oponen, no son verdaderas al mismo
tiempo; el de incompatibilidad, A no
puede ser diferente e igual a B;
junto con el de bivalencia, A o no A pero no ambas; y por la substracción,
si A es positivo y se le resta B, el resultado es menor que A.
Así que siempre se
intercalan elementos simétricos y asimétricos. De la misma manera en que hay
relaciones simétricas, no lineales, cuando lo predominante es la equivalencia y
la similitud, también las hay asimétricas cuando el nexo lógico es lineal, y a
este tercer tipo de lógica se le llama bilógica.
Y como es fácil suponerlo
la estructura bilógica está estratificada y es constitucional. Resulta del
desarrollo normal. Es un logro. Está conformada por un gradiente que va desde
la mayor asimetría concebible hasta llegar al extremo de la simetría. Va de lo
superficial a lo profundo de la mente. Cuando se nace predomina la simetría, la
base está en el yo corporal, polimorfo perverso, inmaduro desde el punto de
vista neurológico, de modo que las relaciones asimétricas son pocas, pero
exiten, como en el caso del bebé que reconoce a su mamá. La mente se desarrolla
al relacionarse con el principio de realidad conformando los primeros elementos
asimétricos, elementos que adquirien complejidad con el tiempo en virtud del
aprendizaje a partir de la experiencia, dando lugar a niveles de diferenciación,
que funcionan con independencia y dan lugar a la continuidad existencial. Cuando
es exitoso el proceso, por así decirlo, los niveles de asimetría suficientemente
logrados le permiten al individuo funcionar de una manera equilibrada y
satisfactoria frente a los avatares de las relaciones im predecibles con el
mundo y sus habitantes.
En las capas más
superficiales predomina el pensamiento delimitado, se reconocen los objetos
separados, definidos. Pero en las más profundos aparecer relaciones no
aparentes, elementos accesibles al preconsciente consciente, por ello están sujetos
a retrospección y consideración. En la medida en que la simetría aumenta, aparecen
los aspectos conscientes de los afectos relacionados con los objetos
diferenciados. Todavía hay algo de asimetría en las emociones que pueden
nombrarse y relacionarse con un objeto en particular. Aun cuando ya hay
experiencias que se extienden infinitamente, como en el caso de las
alucinaciones, la omnisapiencia y la omnipotencia, así como la impotencia, la
idealización y la negación.
En niveles más profundos operan
los mecanismos de defensa, se experimenta la destructividad y la atemporalidad freudiana.
Se vuelve plausible sustituir la parte por el todo. Se da la matriz básica de
la proyección y la introyección, tema al que regresaremos más adelante. Aun
cuando todavía hay cierta asimetría, las cosas se clasifican más por
equivalencia, el individuo se vuelve la potencialidad y la intensidad tiende
hacia el infinito. Y la simetría aumentando, el funcionamiento todavía se
asemeja más al del inconsciente dinámico freudiano. Las experiencias tienen
mayor intensidad afectiva. Los conjuntos son amplios con elementos idénticos, es
el nivel de funcionamiento de la esquizofrenia: no hay contradicción, el
conjunto abarca todas las referencias, incluye afirmaciones y negaciones, se
substituye la realidad externa por la interna. Hasta que por último, convergen
en un solo conjunto en el que todo está contenido y abarca lo concebible, es la
unidad indivisible. La simetría tiende hacia el límite de la indivisibilidad. Las
cosas se experimentan como iguales y las relaciones están contenidas en una
sola. El pensamiento es imposible porque
no hay asimetría: todo es igual, no hay tiempo ni espacio, así que tampoco hay movimiento
y los afectos son infinitos.
También vale la pena
considerar, entonces, que si bien las regiones más profundas de la simetría son
atemporales, el desarrollo de la estructura bilógica estratificada y el cambio
psíquico relacionado con el proceso interpretativo, por ejemplo, implican
tiempo, son procesos.
Y tengase en cuenta entonces
que desde esta perspectiva es innecesario el concepto de pulsión de muerte. La
unidad indivisible produce el efecto que se le atribuye a tánatos: la quietud,
el eterno retorno, la indiferenciación, la desvinculación libidinal.
Otra anotación más, desde
este punto de vista, la salud mental está en que la simetría y la asimetría se
relacionen de maneras flexibles, móviles y adaptativas, mientras que, por el
contrario, de la rigidez proviene la patología. En los estados anormales la
diferenciación entre los niveles lógicos se fractura y confunde, entonces se
conforman estructuras bilógicas desvitalizadas (Barrios, 2006).
Adicionalmente vale la
pena aclarar que de esta manera también pueden explicarse los sueños y la
geometría de la mente. Los objetos son particulares en el nivel asimétrico,
ocupan un tiempo y un espacio, se perciben únicos; y al mismo tiempo, desde el
punto de vista de la simetría, tienen n
dimensiones, cuentant con incontables facetas. El desplazamiento y la
condensación multiplican los volúmenes, una maniobra crucial en la elaboración
onírica que le da una estrecha relación al sueño manifiesto con el latente, un
significado personal por descubrir en la sesión. Concepción afín a la de Donald
Fairbairn (1931; 1940; 1944), los sueños representan la realidad interna, las
relaciones objetales, y en el proceso de simbolización de las sensaciones
corporales crudas, multidimensionales, empiezan a vincularse a elementos
asimétricos que puedan construir estructuras bilógicas para que lleguen a
pensarse.
Hasta aquí hemos descrito
la lógica del inconsciente desde la perspectiva monopersonal, es decir, de cómo
funciona la lógica del inconsciente dinámico dentro de la cabeza de un
individuo cualquiera. Pero esta es solo una parte de la historia. Es
interesante pensar sobre cómo se construye la relación con los demás, el
enfoque bipersonal. En particular para nosotros, los psicoanalistas que creemos
que el eje del proceso analítico está en el influjo de la relación
transferencia contratransferencia en la situación analítica al emplear la
técnica estándar.
En 1946 Melanie Klein
describió la identificación proyectiva como una fantasía compleja que se da en
dos pasos: primero, hay una identificación en que el objeto se vuelve representante
del sujeto; luego, en un segundo tiempo, el sujeto toma al objeto como parte de
si mismo mediante proyecciones e introyecciones, depositándole el objeto malo y
quedándose con el bueno y viceversa. En la identificación, merced a la
simetría, el sujeto asume el objeto como parte suya y sobre esa base se da la
proyección y la identificación. En la identificación hay relacion entre sujeto
objeto, de adentro a afuera y en sentido contrario; pero también, a la vez, merced
a la escisión, el sujeto y el objeto se confunden.
Por acción del
desplazamiento y la condensación, la introyección y proyección, se reduce el
objeto multidimensional a solo tres dimensiones, llega a la asimetría. El
desplazamiento exige escisión en por lo menos dos, el yo se separa
isomórficamente con un espacio multidimensional y diferentes elementos se
tratan como si fueran uno solo, que asimétricamente se conciben como separados.
Mediante la condensación, la escisión y el desplazamiento se logran representar
tridimensionalmente como una figura compuesta en un momento dado.
La escisión implica que el
sujeto está a la vez en si mismo y en el objeto, a través de la matriz básica
de la proyección y la introyección. El yo y el objeto pertenecen al mismo
conjunto, se identifican, mientras hay proyección e introyección. En la
proyección está el yo es el objeto, lo cual implica asimetría espacial y
simetría temporal acompañada de empobrecimiento yóico. En la identificación
proyectiva, el espacio psíquico es multidimensional, las innumerables
escisiones del yo están en dos o más objetos a la vez, y los aspectos
desplazados aparecen separados, están puestos a la vez en el sujeto y el
objeto, osea que están adentro y afuera, ocupan por lo menos dos espacios
tridimensionales al mismo tiempo. Pero para diferenciar lo interno de lo
externo se requiere asimetría. Y, por último, la agresión es la proyección del
objeto malo, es decir, es una operación bilógica con un componente asimétrico
importante porque tiende a separar, a alejar y a diferenciar.
En síntesis, bilógica es
la coexistencia perpetua de la asimetría y la simetría. Y el psicoanalista
también funciona de esta manera. La interpretación surge de la dinámica entre
simetría y asimetría en la relación del dúo analítico. Desde esta perspectiva
del análisis, el efecto terapéutico proviene de la interacción de esas dos
mentes creando nuevas estructuras bilógicas, en esta ocasión, vivas y fluidas a
partir de las originales. La situación analítica provee condiciones favorables
para construir nuevas relaciones entre simetría y asimetría. Genera la asimetría
que se integra con la simetría sin pretender sustituirla. Esto es
intersubjetividad.
Pero tambien el encuentro
analítico requiere de una negociación constante entre las delicadas tensiones de
la mente propia del analista y permitirse hacer contacto emocional con el
analizando. Cada sesión es un campo intersubjetivo único, con transformaciones que
llevan a pensar y a sentir lo nuevo que hay allí. Sin embargo, hay innumerables
abordajes y transformaciones posibles según la posición y la inmersión del
analista en el campo, por supuesto, con incontables desenlaces posibles. Así, cuando todo va bien,
florece un tercer objeto simbólico entre analista y analizando. Se trata de
relaciones complejas, cambiantes, crecientes
(Cartwright, 2016).
Por
otro lado, el campo analítico es la idea de que el análisis sucede en la
relación entre los miembros del dúo analítico, a donde se definen el uno al
otro. La estructura que resulta de la interacción entre analista y analizando es
un proceso dinámico y creativo, más grande y complejo que la suma de sus
componentes. La experiencia sensorial, los pensamientos, las fantasías y otros
eventos mentales reverberan en este campo multidimensional, con diferentes
niveles de representación y función. En algunas áreas es indispensable
diferenciar lo interno de lo externo, mientras que en otras no lo es en algún
momento dado. Está habitado por presencias, personajes, signos, animaciones, cosas,
baluartes, barreras, sentimientos, así en el espacio, tiempo y función del
campo analítico surge la dinámica inconsciente del dúo analítico. de modo que
es una estructura particular, una fantasía bipersonal compartida determinada
por el analista y el analizando.
Este
enfoque pone el acento en la interacción en el setting analítico, así como en
sus propiedades emergentes, recíprocas, con configuraciones variadas. La
experiencia analítica es un sistema no lineal. Siempre hay turbulencia en él.
Turbulencia que emerge con niveles variables de complejidad, articulando la
experiencia emocional con lo incognoscible en la interacción del dúo analítico.
Y que funciona en varios niveles de tensión dialéctica entre lo igual y lo
diferente, entre simetrías y asimetrías.
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