Por aquellas cosas incomprensibles del universo cibernético,
hace algunos días llegó al buzón de entrada de mi correo electrónico éste
mensaje dolorido y apasionado de un autor anónimo. Al leerlo quise ayudarle a difundirlo
en estas páginas virtuales porque me di cuenta de que plantea de una manera muy
concreta y universal que el amor no es lo único que une a las parejas, lo
agresivo también aporta un nexo estable. Incluso, en ocasiones, lo tanático es
mucho más poderoso y duradero que lo erótico, se le conoce como relación
sadomasoquista.
Mi amor, sé que no gustas de mí, me lo dices siempre, con
toda claridad y a buen volumen. Y yo, mientras tanto, cada día te quiero más. Sé
que sueñas con alguien mejor, más interesante, comprensivo y confiable, un
hombre más flaco, deportista y ordenado en la casa, sobre todo en el baño,
alguien con más de esto y más de lo otro. Porque cada día descubres nuevos
defectos en mí, y los anexas a la lista de mis defectos que ya te la sabes de
memoria, defectos que de por sí ya son bastantes. A veces me pregunto qué nos
une. Te disgusta todo lo mío. Te aburres cuando hablo, y cuando estás conmigo
todo te parece monótono, pura rutina. Cualquiera diría que estás
enamorada de otro hombre. Pero yo no tengo dudas, soy tu hombre. Comprendo que
eres así, malgeniadita, y no te gusta que te pregunte nada. Entonces me paso
las horas tratando de saber qué te disgusta tanto de mí, porque siempre sé que
estás superbrava. Solo que nunca sé
que bicho te picó.
Pero cuando estás sin mí es peor. Desconfías, juras que estoy
con alguna loca mucho más sabia que tú entre la cama y con mucho más tiempo
libre. Eres celosita, muy celosita, pero así te quiero. ¿Te acuerdas? El otro
día fui al baño en un centro comercial, y te emberracaste porque creíste que le mandaba mensajes a la otra. Se
te olvida que no puedo vivir sin ti. Pero a ti no te gusta hablar sobre nosotros, me dices “¿¡pa’ qué hablamos de eso, eso es de viejas, sea macho!?”.
Además crees que todo lo que te digo es mentira.
Una mañana estabas de buen genio, era el día de tu
cumpleaños. Cuando te pregunté cómo habías amanecido, me dijiste: “estoy muy
vieja como para replantear mi vida, no me interesa, así estoy bien. Mucho menos
quiero recordar mi infancia, ni mis traumas. Si no le gusta como soy, váyase,
hay muchas mujeres más jóvenes, más cariñosas y más ricas que yo. ¡Los
psicoanalistas, los psicólogos y los psiquiatras no sirven para nada! Lo único
que aceptaría de ellos es que me formularan unas pastillas que me hicieran
dormir toda la noche, que volvieran a darme ganas de tirar y que me quitaran el
aburrimiento y la rabia. De resto, no veo para que hablar, no tengo tiempo para
sentimentalismos.”. Entonces te di un
ramo de flores y te preparé un desayuno especial. Te pareció aburrido arreglar el
florero. El desayuno no te gustó, te comprendo, la culinaria no es lo mío. Los huevitos te parecieron crudos, muy blanditos, el pan
muy duro, el café muy caliente, la fruta muy madura, y además se regó un poco
de jugo sobre la sábana, ahí sí que te pusiste furiosa. En todo caso, pasé
feliz contigo, espero que celebremos muchos cumpleaños más, juntos.
Te quiero. Y quiero que te vaya bien en todo lo tuyo, y que
conmigo te vaya mejor todavía, que seas feliz. También quisiera que me necesitaras
tanto como yo a ti, pero eso es imposible, cómo esperar que alguien de tus cualidades
y condiciones necesite a un infeliz como yo. Te veo como una mujer que acaba de
saber que está embarazada, y tiene la sospecha de que su hijo es Cristo.
El viernes pasado te esperé durante tres horas sentado entre
el carro, en el radio se oía: “¡Alerta, Bogotá! Esta es La Cariñosa, la emisora
noticiosa. ¡Sí hay trabajo! Recuerde: el trabajo dignifica, y la pereza
mortifica. Se buscan meseros en el barrio Venecia, preferiblemente jóvenes, con
experiencia, y que sean prácticos.”. Cuando por fin contestaste el teléfono, al
día siguiente, el sábado, te dije,
“anoche te esperé durante horas.”. Entonces me respondiste como si nada, “¡qué
tontería!, ¿por qué lo hiciste?”, y yo te dije, “porque teníamos una cita a las
siete”. Estaba sorprendido con tu pregunta y tu frialdad, pero me imaginé que era
tu pasión disfrazada de indiferencia. No te reclamé. Sé que eres muy ocupada
como para tener tiempo de vivir la vida conmigo. Y a manera de explicación me dijiste
aburridísima: “yo sé que teníamos una cita anoche pero no me sentí con ganas de
ver a nadie, no fue nada personal contra ti, simplemente no me dieron ganas de
salir”. Oir esto me dio desánimo y dolor en el estómago, ganas de llorar y me
contuve de preguntarte, “¿por qué no me llamaste para avisarme que no ibas, en
vez de dejarme ahí, como un idiota?”, eso habría iniciado una pelea tremenda, entonces más
bien te dije, “¿y cuándo crees que volverás a tener ganas de salir?”. “No sé,
veremos”, respondiste entretenida digitando en el teclado de tu computador, lo
supe porque podía oír los clics por el teléfono. Habías dado por terminada la
conversación. Desde que estoy contigo sé que es peor hablar que no hablar. Y
cuando te vi, unos días más tarde, me quedé callado a tu lado, disfrutando del
ritmo de tu respiración mientras dialogabas con mensajes de texto en la
pantalla de tu teléfono inteligente.
El otro día te oí reír hablando por el teléfono con alguien.
Entonces me di cuenta de que hacía semanas no oía tu risa, ni te besaba en la
boca, tampoco hacíamos el amor, ni nos divertíamos. Te extraño, mi amor. ¿Y qué
hacer para en el futuro no volver a molestarte? Creo que nunca lo
voy a lograr. Siempre te pone brava algún detalle: mi tono para hablar, mi voz,
la manera de tratar a la gente o la de usar las cosas de la casa. Vivir a tu lado
me gusta mucho, es interesante, es como construir la casa en un barranco, y
siempre estar preocupado pensando cuándo se va a derrumbar. A veces te pregunto,
“por qué me odias tanto”, o “¿te pasa algo?”, otras veces me pongo bravo, y te
digo, “¿ahora qué fue?”, y a veces, cansado de buscarte sin encontrarte y de
tus quejas, te reclamo, “¿¡carajo, y qué hay de nuevo!?”.
La verdad es que te amo. Adoro estar contigo. Contigo disfruto
mucho más, hasta la derrota es dulce, cuando estoy contigo. Señora mía, estoy a su entera disposición.
PD. Decidí publicar esta carta anónimamente en la Internet
porque te la entregué imprimida en papel, pero no has tenido tiempo de leerla. La
escribí con mucho cuidado y trabajo, sabes que esto tampoco no es lo mío, y me pareció horrible
que nadie la leyera, así fuera algún desconocido en la red.
Cualquiera se preguntaría por qué siguen juntos.
Sin embargo es común que los románticos amores se basen en
mecanismos sadomasoquistas. De hecho, el mundo está lleno de quejas sobre la
pareja, de chistes sarcásticos a menudo de muy mal gusto, de oprobios y de objeciones
a la vida juntos. Incluso se ha demostrado que el matrimonio es una paradoja de
la democracia: a la vez que es un sistema de pensamiento que promueve la libertad,
este sacramento propende por lo contrario, la exclusividad hasta que la muerte los
separe.
Lo que sucede es que la vida es un eterno presente, y las
parejas funcionan con modelos de relación inconscientes, podríamos llamarlos
hábitos del pensamiento, que los aprisionan en un sistema nefasto dándole al otro
un papel maligno que a menudo no puede eludir. El esquema sadomasoquista hace
imposible dejar de considerar al otro como un enemigo mortal. Y nótese que no siempre
el sadomasoquismo se refiere al lugar común de la relación sexual escatológica,
violenta y cruel, entre un calabozo en el que él está encadenado a una mesa de madera,
y una mujer de labios carmesí vestida de cuero, lo latiga y humilla hasta el orgasmo.
También existen matices mucho más sutiles, simbólicos, como en el caso del maltrato
psicológico de la pareja. Y otro elemento interesante es que en estas parejas usualmente
el papel del sádico y el del masoquista son intercambiables, se turnan tanto la actitud
pasiva, como la activa.
La psicoterapia psicoanalítica de pareja es útil para estas situaciones.
Al asistir a la consulta y esforzarse por narrar los avatares de la vida en pareja
al psicoanalista, un observador neutral, hay una ganancia al contar las cosas
de un manera inteligible y socialmente aceptable. Pero, lo más importante de estas
sesiones es que las personas descubren los mecanismos inconscientes que las
unen y las llevan a sufrir tanto, al hacer consciente el mecanismo sadomasoquista inconsciente
que los une y los atormenta, al mismo tiempo, por tantos años y sin contradicción aparente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comenta, por favor, aprecio mucho las impresiones del lector.