miércoles, 3 de abril de 2013

Ironía. La Completa Verdad sobre las Discutidas Aventuras del Doctor Rafael Sandoval, Psicoanalista.


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El jueves siete de diciembre de 2006 transcurrió normalmente para el doctor Rafael Sandoval, psicoanalista. Me consta, estuve con él durante el día y la noche. Sin embargo, aun cuando su vida parecía privilegiada y serena y ordenada, con todos los problemas existenciales resueltos, no tuvo paz ni felicidad, incluso hasta estuvo en peligro. Yo lo presencié. Tuve la oportunidad de conocerlo y de ver cómo transcurría su oficio. Fui testigo de cómo trabajaba y vivía, de cómo sufría y reflexionaba, de cómo una persona podía trabajar en salud mental, teniendo en cuenta que la mente humana es un misterio fascinante, sí, pero también está llena de sorpresas que en ocasiones son muy difíciles de comprender. Oí a sus pacientes, aun cuando nunca nadie lo había hecho. Porque si algo seguro es que los psicoanalistas son completamente herméticos y celosos con todo lo que sucede entre sus consultorios. Jamás divulgan la información de los sucesos de las vidas de sus pacientes, mucho menos sus identidades. Así que ahora, mientras escribo las palabras que conforman esta obra de psicoanálisis novelado, para beneficio del lector curioso, me considero privilegiado: tuve la oportunidad extraordinaria de presenciar estas sesiones, por supuesto, con la autorización de Sandoval y de todas las personas que asistieron a su consultorio durante ese día bogotano y lluvioso. 

De modo que estas pálidas letras que al principio solo pretendían una explicación de qué se trataba el psicoanálisis, porque yo también estaba en crisis, buscaba ayuda y no sabía a dónde recurrir, pero al final, para mi sorpresa, resultaron ser un nutrido cuadro de la condición humana. Y eso está bien. Inesperadamente este terminó siendo un estudio juicioso y equilibrado de Sandoval, y del psicoanálisis, en una época en que de haber seguido casado habría cumplido quince años de matrimonio. Así estaba diseñada mi vida. Pero nunca se sabe cuándo aparecerán los problemas, tal vez este sea el pecado original. En todo caso, como decía, lo que me hizo buscar a Sandoval, en primer lugar, fue que me divorcié. Entonces emprendí, aterrado, al principio al menos, esta investigación. Ella me había dejado arruinado y deprimido, derrotado y perdido, en especial con respecto a las mujeres, y seguramente hasta quedé con un trastorno de ansiedad generalizado, una fobia tal vez. Al fin y al cabo, me había casado porque consideraba el matrimonio algo razonable e irremediable, además la amaba lo suficiente, pero no funcionó.

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